- 1. La cognición enactiva: el saber/acción
Uno de los elementos más atractivos de introducir el concepto de competencia en los estudios de semiótica musical, es el carácter activo-operativo-ejecutor de esta noción. Frente a las explicaciones estilísticas basadas exclusivamente en reglas o códigos, la competencia introduce un agente operador dinámico, un elemento de acción. Existe varias orientaciones recientes en los estudios cognitivos y de la percepción visual que afirman que los procesos de comprensión y aún de percepción, son resultado de una participación activa por parte del sujeto, y no de un mero registro pasivo, por medio de los sentidos, de la información que acontece en el ambiente en un ámbito de realidad ajeno al sujeto, a sus sentidos y potencialidades nerurofisiológicas y cognitivas.
Una de las corrientes más atractivas de estos estudios es el que se ha dado llamar enactivismo y que ha sido desarrollada principalmente por Francisco Varela (1946-2001). Biólogo de formación, Varela trabajó junto a Humberto Maturana en lo que ambos denominaron la teoría de la autopoiesis (Maturana y Varela 1980 y 1988). Se trata de una concepción epistemológica que tomaba en cuenta en el rol del observador en la constitución de la realidad.
El concepto de autopoiesis define lo vivo; es decir, un sistema que genera la red de componentes que lo integran. 1
Pero para comprender mejor su posición con respecto a la cognición humana, es pertinente revisar brevemente algunas de las orientaciones básicas de los estudios cognitivos. Podemos identificar estas corrientes principales en los estudios cognitivos: el cognitivismo clásico o representacionismo, el conexionismo, el construictivismo radical y los enfoques enactivistas.
- 1.1. Teorías cognitivas representacionistas
Para el cognitivismo clásico, la cognición consiste en el procesamiento de información como computación simbólica. Es la manipulación de símbolos que realiza la mente a partir de reglas específicas. Funciona con cualquier dispositivo que pueda representar y manipular elementos funcionales discretos, es decir, símbolos o signos. En esta concepción, el sistema interactúa solamente con el aspecto formal de los símbolos, no con su significado. El procesamiento cognitivo opera correctamente cuando los símbolos representan adecuadamente un aspecto del “mundo real” y el procesamiento de información conduce a la resolución adecuada de un problema planteado al sistema (Varela 1988: 43-44 y Varela, Rosch y Thompson 1992: 67).
>Desde esta perspectiva, la mente funciona fundamentalmente como un ordenador: posee un proceso de input por el que se registran, a través de los sentidos, la información del exterior. A continuación esta información es “traducida” a símbolos manejables por la mente. Estos símbolos se transforman dentro de lo que se ha dado en llamar la “caja negra”. Posteriormente, la mente produce un output que es la respuesta del sujeto al estímulo recibido del medio ambiente; pero esta respuesta esta mediada por un proceso de cognición y no se puede reducir a un reflejo condicionado. Esta perspectiva concibe que toda la actividad cognitiva se concentra en un sistema centralizado del que depende todo el proceso: la mente o su “caja negra”. Para esta noción, el cuerpo aparece separado y ajeno a la mente y no interviene (o lo hace muy discretamente) en las tareas cognitivas.
Vistos desde esta orientación, los procesos de percepción resultan sumamente pasivos. Los sentidos, que se pueden entender como los “periféricos” de la mente-ordenador, se limitan registrar pasivamente los acontecimientos que suceden fuera de esta. Así las cosas el elemento más importante del trabajo de cognición de la mente radica en la traducción a términos simbólicos de los elementos captados directamente de la realidad extramental. El entorno adquiere un estatus de objetividad ontológica: los objetos del mundo poseen cualidades, rasgos o atributos y objetivos independientes del organismo que los percibe de tal suerte que cualquier observador los podrá notar en condiciones suficientes de objetividad. Por su carácter representacional, esta aproximación es la que se ha encontrado más cercana a los estudios semióticos. La mente trabaja con signos de la realidad y es papel de la semiótica el estudio de la relación que existe entre éstos y aquella. 2
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1.2. Teorías cognitivas conexionistas
La orientación conexionista concibe la cognición como la emergencia de estados globales a partir de una red de componentes simples. Opera por medio de reglas locales que rigen operaciones individuales y de reglas de cambio que gobiernan las conexiones entre los elementos. Un sistema así planteado funciona adecuadamente cuando las propiedades emergentes (y la estructura resultante) se corresponden con una aptitud cognitiva específica, es decir, cuando es capaz de ofrecer soluciones adecuadas para la tarea requerida (Varela 1988: 76-77 y Varela, Rosch y Thompson 1992: 126).3
Para entender mejor esta orientación, consideremos cómo sería para el conexionista los procesos de percepción musical. Éste comenzaría por la exploración de unidades atómicas mucho más discretas de aquellas que podemos identificar como rasgos estilísticos y que equivaldrían a un nivel atómico-neuronal: alturas, relaciones interválicas, métrica, patrones rítmicos a nivel celular, etc. Sin embargo, también se incluyen estructuras temporales, de alturas o incluso formales de mayor dimensión. Pero siempre permanecen aisladas en parámetros simples. Son exploradas de manera inconexa y desarticuladas con respecto a otros parámetros. El conexionismo considera que la mente es capaz de procesar toda esta información simultáneamente, en paralelo, aplicando criterios y constricciones distintas en cada proceso.
Desde esta perspectiva, las unidades estilísticas de mayor rango como los tipos estilísticos o los tópicos se producirían por la conceptualización emergente de la interacción de estos procesos. Nunca existe una correspondencia uno a uno entre una unidad y el concepto que representa. Las mismas unidades o conjunto de unidades pueden representar conceptos distintos dependiendo del tipo de trabajo que se realice (Bruce y Green 1994: 314). De este modo, esta manera de entender la cognición musical se libera de nociones atomistas por dos motivos: un elemento estilístico puede emerger de la exploración de unidades demasiado pequeñas como para ser consideradas como rasgos característicos de un estilo o tipo de música. Además, éstas se pueden localizar en zonas distintas y de una forma fragmentada tal, que un estudio estilístico basado en elencos de rasgos se rehusaría a considerarlos como estilemas.
Sin embargo, el conexionismo prevé dos tipos de trabajo. El primero de carácter más biológico-neuronal, se refiere al procesamiento de estas unidades atómicas. El segundo entraría ya dentro del ámbito de la competencia musical y consiste en la articulación de la interacción de todos las redes simples en unidades globales emergentes. El único requisito para la validación del rasgo estilístico emergente, es que su selección permita la continuación y productividad del trabajo perceptivo ulterior dentro de la misma obra o estilo.
Dos de los principales aportes del conexionismo a la discusión de los modelos mentales han sido: 1) evadir el concepto pasivo de la percepción y 2) sugerir que la mente desarrolla aquello que se percibe para dar forma a al realidad. Otro de los elementos que introdujo la investigación cognitiva de tipo conexionista es la posibilidad de trascender la dependencia en las representaciones mentales que padecía la concepción de la mente como un ordenador del cognitivismo clásico. Esto último torna incómoda esta orientación con respecto a los estudios semióticos pues ¿que relevancia tendrían éstos una vez que la dimensión representacional de la mente se ha abolido? Esto explica porque la semiótica no se ha aprovechado del discurso conexionista.
- 1.3. Teorías constructivistas radicales
En contraste con las aproximaciones representacionistas del cognitivismo clásico, también conocidas como “realismo ingenuo”, el constructivismo radical defiende que el universo se genera a partir del trabajo del observador y de la cultura que condiciona al sujeto a percibirlo de tal o cual modo. Tomando como punto de partida a Protágoras y su máxima “el hombre es la medida de todas las cosas: de las que existen, como existentes; de las que no existen, como no existentes”, autores como el matemático, físico y cibernético austríaco Heinz Von Foerster ponen en entredicho la pretensión de objetividad de la investigación científica.4 El concepto de objetividad establece que las propiedades de un observador no entran en la descripción de sus observaciones. Sin embargo, para Foerster, la objetividad no es más que una ilusión falaz, la “ilusión de que las observaciones pueden hacerse sin un observador” (Watzlawick y Krieg 1994: 19).
Según los principios enunciados por Von Foerster, el constructivismo emerge cuando la noción de descubrimiento es sustituida por la de invención. La ciencia sería no más que un arte de hacer distinciones. El observador es el que crea un universo, el que hace una distinción. La objetividad es creer que las propiedades del observador no entran en las descripciones de sus observaciones y la verdad es simplemente el invento de un mentiroso (Watzlawick y Krieg 1994: 32).
<>El mundo ahora no es otra cosa que la construcción de un observador. Cualquier investigación cuidadosa respecto de una observación determinada, remite inevitablemente a las cualidades del observador y sus interacciones con otros observadores. La clásica distinción entre sujeto y objeto no se sostiene. La objetividad ha quedado sepultada, la realidad es un resultado cuya autoría es atribuible a los propios seres humanos: El hombre es la medida de todas las cosas (López Pérez 1996). |
Basado en ideas constructivistas similares, en la epistemología psicológica de Piaget y las teorías ecosemióticas de Jakob von Uexküll (1957), Mark Reybrouck se encuentra desarrollando una teoría que pretende extraer las bases biológicas de la saber musical (Reybrouck 2001). 5 Su aproximación a la enactive listening resulta muy prometedora y existen muchos puntos de contacto con el trabajo que presento en esta tesis. Sin embargo, existen algunas divergencias sobre todo en el modo de interpretar la cognición enactiva. Considero que el perfil constructivista de la cognición es fundamental y que es necesario implementar una visión de este tipo para superar las limitaciones y reduccionismo del “realismo ingenuo”. Pero abrazarlo sin ningún tipo de reserva crítica, nos conduciría a caer en los mismos errores.
Es evidente que no podemos escindir la realidad del las propiedades, límites y constricciones del sujeto que la observa, la describe o interactúa con ella. Pero como afirma el filósofo especialista en Pensamiento Complejo Emilio Roger, 6 pensar que todo el universo es producto de nuestra cultura y construcciones personales es simplificar el problema de manera similar a como hace el representacionismo clásico según el cual la realidad es ajena a quien la percibe y está dada de antemano. Los retos a los que se enfrenta la ciencia y el conocimiento en la actualidad, se complican por la introducción de una nueva pregunta. Ahora la ciencia tiene que responder simultáneamente a dos cuestiones fundamentales. Por un lado seguimos preguntándonos cómo es el mundo, que es eso que hay allí afuera de la mente. Pero por otro lado, ahora debemos de integrar la pregunta de cómo funciona mi mente cuando intenta comprender el mundo externo.
Toda empresa científicocognoscitiva que se pretenda no reductivista debe incluir ambas interrogaciones. El enactivismo cognitivo tal y como lo formulan Francisco Varela, Eleanor Rosch y Evan Thompson, se dirige a esta dirección.
- 1.4. La cognición como acción
La enacción concibe la cognición como acción efectiva. Cuando percibimos realizamos una suerte de acoplamiento estructural, un ensamblaje similar al de dos piezas un puzzle, entre las propiedades de nuestros sentidos y la de los objetos que observamos. De este modo, las ideas que construimos sobre el funcionamiento del mundo, responden a las historias de acoplamientos que hemos tenido con ese fragmento de universo. Esta historia, a su vez, está mediada por toda nuestra cultura. En otras palabras, es una historia de acoplamientos estructurales-corporales entre el perceptor y lo percibido que enactúa con el medio haciendo emerger un mundo. Funciona a partir de una red de elementos interconectados capaces de cambios estructurales durante una historia de acoplamientos ininterrumpidos. La red consiste en niveles múltiples de subredes sensorio-motrices interconectadas. La eficacia del sistema cognitivo se corrobora cuando el propio proceso se transforma en parte de un mundo de significación preexistente o configura uno nuevo (Varela 1988: 108-109 y Varela, Rosch y Thompson 1992: 240).
Para la enacción, el meollo del asunto no está en la representación de un “mundo real” pre-dado y externo a la cognición (realismo o representacionismo ingenuo). Tampoco en la proyección de un mundo interno subjetivo también dado de antemano (idealismo o constructivismo radical). La enacción evita este tipo de concepciones porque las considera sumamente reductivistas. Para la enacción el mundo emerge de la interacción del organismo con su entorno y ninguno de los dos puede faltar en una descripción de éste. Tampoco puede faltar la especificación de la acción misma. En efecto, según esta orientación, la cognición es acción. Es más, es acción corporizada. Depende de experiencias originadas en un cuerpo, indisociado de la mente, poseedor de diversas actitudes sensorio-motrices, las cuales se encuentran ancladas, simultáneamente, en un amplio contexto biológico, psicológico y cultural. El conocimiento no radica en la mente ni en la sociedad ni en la cultura. No en cada uno de estos estamentos aislados; ni siquiera en el conjunto de los tres.
El conocimiento se genera por y en la interacción de las tres.
Desde esta perspectiva, la percepción no es la mera captura de rasgos de un objeto del mundo real dado de antemano, sino una guía para la acción del perceptor en/con el mundo que percibe/crea. De este modo, “las estructuras cognitivas emergen de los modelos sensorio-motores recurrentes que permiten que la acción sea guiada perceptivamente”. La enacción no se interesa tanto por la manera de representar el conocimiento sino por los procesos por medio de los cuales el perceptor guía sus acciones en su situación local donde el punto de referencia no es la situación en sí misma sino la propia estructura sensorio-motriz. La percepción no es un registro pasivo de rasgos externos sino una forma creativa de significación enactiva basada en la historia corporizada del sujeto. El mundo y la mente emergen juntos durante el mismo proceso cognitivo (Varela, Rosch y Thompson 1992: 202-206).
Para los semióticos, la resistencia representacional del enactivismo puede ser motivo de alarma. Esto no es sino una simple impresión que debe ser reconsiderada a luz de una clarificación de la definición de representación y de la noción de “mundo real”. Para sus defensores, el enfoque enactivo de la percepción no procura determinar cómo se recobra un mundo independiente del perceptor, sino determinar los principios comunes de ligamiento legal entre los sistemas sensoriales y motores que explican cómo la acción puede ser guiada perceptivamente en un mundo dependiente del perceptor (Varela, Rosch y Thompson 1992, 203).
No es este el lugar para abrir una discusión al respecto. Diremos simplemente que esa descripción de los vínculos causales que determinan la acción cognitiva pueden ser estudiadas por medio de las potentes operaciones lógicas de la semiótica peirciana. Y eso es precisamente lo que pretendo demostraren esta tesis. Por otro lado, nuevas versiones de la cognición corporizada han matizado la reacción del enactivismo de Varela contra el concepto de representación (cf. Clark 1999: 199-204). La cognición requiere de la representación sígnica para realizar su tarea.
Por el momento señalemos los aportes de la cognición enactiva:
- Introduce el cuerpo como coparticipador activo en los procesos de cognición.
- Introduce una dimensión interactrivista entre los elementos del objeto percibido y las propiedades, facultades y constricciones del sujeto perceptor.
- Contempla la interacción de todas las variables posibles en la percepción y cognición de los fenómenos: variables físicas, biológicas, culturales, psicológicas, etc.
- Rearticula las variables de un modo no lineal: la cognición no se puede reducir a una relación causal debida a una variable en solitario sino a las constricciones que emergen de la interacción de todas ellas.
- La mente forma parte del cuerpo y éste de aquella. El trabajo de cognición involucra todos los recursos del ser humano.
- La mente forma parte del entorno, del mundo externo. Esta es parte de aquél y aquel es parte de ésta. Comprender el mundo significa crear un continuo fluido y constante entre la mente y el entorno.
Precisamente, el concepto de competencia que me interesa, permite modelar la fuerza motriz que produce y promueve un acoplamiento estructural cuando intenta comprender y generar sentido con/en/a partir de la música. La competencia provee de estrategias por medio de las cuales la mente musical instaura continuos cognitivos con los objetos musicales. La competencia es la instancia que nos permite interactuar con la música. La cognición es una acción corporizada guiada por la percepción en donde las cualidades del objeto musical percibido, negocian con la competencia para unificarse en un sólido acoplamiento. El ensamblaje resultante puede abordarse desde la perspectiva de la competencia del escucha modelo pues en él se unifican las propiedades perceptuales de la obra (en forma de competencia demandada por ella para ser comprendida) y las habilidades de un escucha (la competencia del escucha modelo). Esto lo podremos entender mejor a partir de la Teoría Ecológica de la percepción visual de Gibson.
- 1.5. La teoría ecológica de la visión de Gibson: las Affordances
A la luz de las recientes investigaciones en las ciencias cognitivas, algunas teorías de la percepción visual desarrolladas durante los sesenta y setenta como las de Gibson o Neisser, han recobrado interés. La teoría ecológica de la percepción visual de Gibson (1966 y 1979) es profundamente anticonstructivista. De hecho, su realismo pareciera contradecir los principio de la enacción toda vez que para el teórico el entorno externo ya está de por sí estructurado. Sin embargo, a la luz de las teorías enactivas, podemos hacer una lectura puntual de los puntos más importantes y relevantes para nuestra aproximación.
Según Gibson:
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Para Gibson, la percepción no requiere de imágenes mentales, entre otras cosas por su realismo y convicción en la estructuración del medio externo. Sin embargo, las señalizaciones del teórico trascienden con mucho este nivel de realismo ingenuo. En primer lugar, afirma que los organismos tienen la propiedad de ser sensibles a esta estructura. Pero también admite que la percepción es una relación mutua y continua entre organismo y entorno. Para él, esto se debe a que las especies, por medio de la selección natural, desarrollan unos sistemas perceptivos adecuados para el entorno que habitan. Pero al mismo tiempo, cada individuo en particular tiene la posibilidad de perfeccionar sus sistemas perceptuales a partir de sus características fisiológicas singulares y la naturaleza de su entorno específico (incluyendo el cultural en caso de los humanos) y de su desarrollo personal.
De este modo, cada individuo posee habilidades filogenéticas y ontogenéticas que le permiten extraer la información pertinente de su entorno para lograr la supervivencia. En efecto, la pertinencia de determinados fenómenos que el individuo considera para su percepción está determinada por la importancia que éstos tienen para sus actividades básicas como resguardo, alimentación y reproducción. La interacción continua y dinámica entre entorno y organismo a través de la percepción, hace que el primero adquiera una dimensión significativa para el segundo en función del complejo de acciones que el individuo realiza sobre el medio.
En efecto, para Gibson objetos y eventos se relacionan con los organismos perceptuales por medio de cierta “información estructurada” que les posibilita realizar ciertos tipos de acción con ellos. A la información que un objeto ofrece perceptivamente sobre su posible uso al organismo perceptor, Gibson la llama “affordance”. Literalmente, las affordances son “invitaciones al uso presentes en la morfología de cada objeto y que comunican su función... anticipa la postura o la intervención del cuerpo sobre el objeto mismo” (Volli 200: 200)
Las affordances son como las prestaciones que un objeto ofrece a un usuario y que éste es capaz de conocer en el momento mismo de la percepción. Cuando vemos un vaso sabemos que su affordance fundamental es la de contener líquidos y permitirnos beberlos. La de un zapato es la de proteger el pie cuando caminamos. Las affordances se conforman y desarrollan a partir de esa historia de acoplamiento estructural entre los sujetos y los objetos. Por ejemplo, en ciertos contextos y situaciones, hay sujetos que son capaces destapar la chapa de una botella con una llave. Está habilidad desarrollada por ciertos individuos, forma parte de las affordances con que éstos perciben ese objeto (las llaves). En efecto, las prestaciones que alguien observa en un objeto pueden ser no pertinentes y hasta desconcertantes para otro.
En ocasiones nececitamos un instrumento que no tenemos a mano y recurrimos a sustitutos. Entonces empleamos un cuchillo como destornillador o un zapato como martillo. Las affordances se establecen de acuerdo a la tarea que nececitamos realizar y estos usos atípicos amplían las posibilidades perceptivas de los objetos. Pero nótese que éstas se circunscriben a acciones puntuales. Si nececitamos clavar un clavo y lo único que tenemos a mano son unos zapatos, no nos interesamos por su color, marca o el tipo de piel con el que están manufacturados. Elegiremos aquél que tenga un tacón adecuado y que nos permita manipularlo del modo que deseamos. Pero si lo que queremos es impresionar a alguien con nuestra elegancia, las affordances pertinentes del mismo objeto cambian. En este caso si que me importa el color, estilo, materiales, la marca, la combinación que hace con mi pantalón y hasta el precio. Lo curioso es que cuando estamos inmersos en una acción determinada, no vemos los mismos objetos a través de las affordances propias de otras acciones.
En López Cano (2002) expuse un caso particular en el que un objeto musical era considerado como perteneciente a uno u otro género musical dependiendo de las affordances que un usuario detectaba en él. En un experimento familiar solicité a mi madre y a mi tío que identificaran el género al que pertenecía un fragmento de música bailable de los cincuenta. Mi tío aseguraba que se trataba de un Boogie boggie (forma bailable cercana cronológica y estructuralmente al rock and roll pero con pertenencia a una tribu social diferente) entre otras cosas por que le permitía agitar el dedo rítmicamente marcando el “swing”. Mi madre, por su parte, aseguraba que se trataba de un Mambo pues podía sacudir los hombros violentamente a la manera de las rumberas que bailaban este género en las películas mexicanas de principios de los cincuenta.
Figura 1. Frank Sinatra marcando el swing
Figura 2. Ninón Sevilla en Aventurera (1949) de Alberto Gout
El ejemplo en cuestión era precisamente una animada fusión de boggie boggie y Mambo. Este tipo de hibridaciones genéricas entre la música bailable cubana y la norteamericana fueron muy frecuentes en aquellos años. En concreto, Benny Moré y su Orquesta realizaron varios experimentos similares de combinación de Boggie boggie y Mambo. 7 Sin embargo, éstos no fueron muy difundidos entre el público mexicano que tenía como prototipo de Mambo a las creaciones emblemáticas de Pérez Prado (Mambo Nº 5, Mambo Nº 8, Que rico el Mambo, etc.).
Lo curioso de mi pequeño experimento es que si se pensaba el fragmento como boggie boggie no era posible pensarlo como Mambo y viceversa. La competencia musical de cada uno de los sujetos de mi experimento los había llevado a consideraciones musicales, conductuales y socio culturales distintas sobre el mismo ejemplo musical. Pero en ambos casos la gesticulación y actividades corporales que el fragmento les permitía hacer fue decisiva para su cognición. Los gestos del swing y de los movimientos de hombros fueron affordances distintas que cada uno detectó como pertinentes para su percepción. Éstas les permitieron “entrar” en mundos de sentido distintos. Cada uno de ellos construyó (o reconstruyó) una realidad cognitiva distinta pero basada en experiencias y conocimientos personales anteriores. Éstos mundos, sin embargo, no son “subjetivos”. Cada uno de ellos ha sido compartido y co-construído en colaboración de otros sujetos, a través del intercambio intersubjetivo de experiencias y conocimiento. En otras palabras, cada uno de ellos accedió a dos mundos sociales distintos a partir del mismo objeto musical.
En efecto, las affordances se producen por las propias características del objeto y por las necesidades del individuo en acción (Gibson 1979: 127). Entre ambos se articula una negociación que culmina con la constitución de un campo significante con el cual el individuo significa y construye su entorno.8 Las affordances nos ayudan a determinar el modo en que organizamos y significamos el mundo. Nuestra acción semiótica sobre éste, está fuertemente determinada por las affordances. Quedan rastros de esta semiotización enactiva del mundo, en muchas actividades como los usos lingüísticos. Por ejemplo, si decimos “el florero esta sobre la mesa” y no “la mesa está bajo el florero” es en virtud de las affordances que hemos desarrollado para cada objeto a partir de las acciones que realizamos con ellos (Eco 1999: 189).
Existen algunas posturas que limitan la pertinencia semiótica del estudio de las affordances. Volli, por ejemplo, alerta que no hay que olvidar que la función del objeto no tiene pertinencia semiótica en sí misma, pero la manera en que éste la comunica a un usuario potencial sí puede estudiarse semióticamente (Volli 200: 200-2001). Es necesario recordar que la aproximación enactiva a la cognición sugiere que entre acción y comprensión existe un continuo estructural. Conocer es actuar. Comprender es acción/interacción en/con el entorno. La semiosis es el trabajo de producción sígnica que ocurre durante los procesos de comprensión. La semiosis promueve, produce y es producia a su vez por la acción perceptiva o/corporal sobre los objetos y el entorno. Así que desde las bases del presente estudio, no podemos ser tan taxativos en estas distinciones de pertinencias.
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